Ponferrada: apuntes «Semanasanteros» (I) – por Marcelino B. Taboada
Ciertamente la capital berciana no es un referente internacional y de afluencia masiva en estas fechas recién disfrutadas, como lo son Sevilla, Málaga y otras ciudades andaluzas, Murcia o Valladolid en el aspecto artístico de los Pasos que intervienen y conforme a la tradición, o incluso sea superada por la solemnidad con que se desarrollan los desfiles procesionales en otras poblaciones cercanas: León, Zamora,… Aún contando con ello, la Pascua en el Bierzo se adorna con elementos notables y valiosos, que también atraen a los visitantes, a la vez que la afabilidad, amabilidad, gastronomía y demás tesoros que contiene la geografía de nuestro entorno.
No en vano los actos de la Semana de Pasión cristiana, en nuestros lares, componen todo un conjunto que ha merecido el reconocimiento formal de “Fiesta de Interés Turístico Nacional” hace poco tiempo (en marzo de 2015). Entre las jornadas y momentos cumbres de nuestra manifestación fervorosa y religiosa destacan: los corredores de clarines y clarinetes del Viernes Santo, en tanto que interpretación musical; el desarrollo del Vía Crucis en el formidable marco del Castillo Templario, el indulto que se “oficializa” el día de Jueves Santo (símbolo del “amor fraterno”), la procesión infantil, la que conmemora la Santa Cena,…
Es preciso aludir, asimismo, a la antigüedad notoria de la Real Hermandad de Jesús Nazareno, cuyo Mayordomo es Marco A. Morala, cuya fecha de creación se fija en el año 1.650 y que ha participado en la última cita de la Feria Internacional de Turismo (FITUR), en Madrid, cosechando un éxito de divulgación turística relevante.
En perspectiva costumbrista y/ o histórica cabe referirse, en lo que respecta a peculiaridades propias, a dos realidades que se conservan y que incluso se revitalizan con el transcurso de los años: una se asociaría a un personaje entrañable (el Lambrión Chupacandiles) y la otra, a un modo de entender la celebración social y el goce en común (la limonada y la expresión pacífica e inocente de “matar judíos”).
EL “LAMBRIÓN CHUPACANDILES”:
Este personaje nazareno tiene un origen ancestral, realizando su labor de anunciador o precursor de la sagrada liturgia ya durante algo más de cuatro siglos. Lógicamente, vestido de luto riguroso y totalmente cubierto, salía al anochecer desde el Sábado anterior al de “Dolores”. Su singladura se extendía a través de una semana completa: su función era la de recordar a los fieles que se aproximaba una etapa de recogimiento y devoción, correspondiente a la memoria de los hechos y misterios fundamentales de los cristianos, para lo cual iba provisto de una campanilla que hacía sonar por los viales urbanos con bastante asiduidad.
Al principio, según cuentan, efectuaba su periplo en silencio y con sigilo, mas ahora no es extraño que lo acompañen niños o jóvenes “andarines” (en tramos determinados de su trayecto). Hay actualmente una pequeña y reducida “saga” de personas, relacionadas familiar y piadosamente, que desempeñan esta tarea digna de elogio y que conlleva una relativa dosis de sacrificio.
LA LIMONADA:
Esta es la bebida, por excelencia, del Bierzo y de nuestra provincia en este espacio semivacacional. Se agradece su prestancia, calidad y capacidad de estimular la alegría, las relaciones amistosas y a manera de revitalizante.
Su preparación exige adoptar una serie de cautelas (el proceso de maceración o fabricación puede precisar un período temporal superior a un mes). También se elabora tal “reconstituyente” de otras variadas formas, diversificando sus presentaciones, sabores y aromas en su aplicación a la restauración (al mismo tiempo que se ha ampliado enormemente la gama de “pinchos” a degustar, a guisa de aperitivos).
INGREDIENTES:
Vino tinto del “país” (preferiblemente mencía), limón y/o naranja, canela y azúcar son sus componentes imprescindibles.
Aditamentos en este “brebaje” celestial compatibles se resumen, esencialmente, en este listado: higos, pasas, trozos de manzana y otras frutas diversas,… Y, accidentalmente, una porción de licor (sin confesar).
“MATAR JUDÍOS” (nada más lejos ni equívoco):
Las versiones de esta leyenda o narración popular son numerosas. El que subscribe contará la que se le ha transmitido oralmente:
“En el lugar o villa de Ponferrada, a lo largo de la Baja Edad Media, convivía en paz y libertad con sus semejantes una comunidad de judíos (en las Cavas Alta y Baja, Tras la Cava,…). Su trayectoria era pujante hasta tal punto que una buena parte de residentes les debían cuantiosas sumas, en aumento por contingencias adversas y la consabida “usura” de los prestamistas.
En una etapa de relajación moral y religiosa, los “cantineros” y bodegueros añadían – “a escondidas” – a la limonada el habitual vino rojo “tinto”. Los clientes, a causa de tal práctica, acababan – en la Semana de la Muerte y Resurrección del Señor – “perjudicados” en un grado apreciable.
Los más de entre ellos retornaban a sus hogares pero una minoría eran reticentes a abandonar el consumo etílico. A altas horas de la madrugada, instigados por la partida de los “bravos” y aherrojados beodos, se conjuraban a fin de acudir a insultar, vejar y vilipendiar a sus “mal considerados” vecinos de etnia judía.
¿Qué proclamaban los valientes deudores de créditos considerados “injustos”? Pues que “iban a matar judíos”. Afortunadamente, su fatuo propósito no se consumaba al ser simplemente producto de los efluvios “típicos” del alcohol.
Si al radical encanto de los eventos religiosos sumamos los paisajes primaverales, los parajes arqueológicos, los monumentos, la acogida cordial y el inmejorable trato, conviene concluir que “el Bierzo es una tierra ideal, en primavera, por su clima y ambientación física, humana, convivencial y natural”.
Marcelino B. Taboada