REFLEXIONES EN TORNO AL ATENTADO TERRORISTA DE NIZA
Llama poderosamente la atención la falta o insuficiencia de explicación y comprensión, plasmada en una cierta imprevisión, sobre el “yihadismo islámico”. Y, entre los aspectos escasamente analizados, en principio, se hallaba el quién: Mohamed S. Lahouaiej B. Tras los trágicos sucesos, salen a la luz sus circunstancias, perfectamente compatibles con un ser “asocial” (e incluso “lobo solitario”). Una integración precaria en su medio, su estado anímico deprimido, sus comportamientos “protestatarios”, sus problemas familiares y los leves episodios delincuenciales achacables a su persona,… llegarían a “justificar” tal deriva ideológica insospechada final. Sin embargo, ello evidencia también un determinado componente de azar e imposibilidad de control exhaustivo de la población potencialmente peligrosa.
Y aquí, justamente, surge una duda inmediata respecto a un estereotipo tradicional francés: sociedad de asilo, de acogida y de valores “republicanos”. Conforme a esta tesis, la tercera generación de emigrantes sería equiparable – en todos los aspectos – a los nacionales y a los naturales “de siempre”. Mas hay ejemplos que ofrecen excepciones frecuentes o significativas en el sentido opuesto. Cabe, entonces, plantear si los valores y bases reales del mundo capitalista se encuentran vigentes o se dirigen hacia un declive lento mas irreversible.
Abundando en la última apreciación es preciso considerar si los negocios globales (venta y contrabando de armas, nuevas tecnologías de doble uso,…) impiden y predeterminan – en un grado notable – la pervivencia y desencadenamiento de las guerras por motivos económicos, geoestratégicos o de lucha descarnada y «a muerte» por el poder. En esta parcela se inscriben las teorías conspiranoicas o la sospecha de “oligarquías en la sombra” u organizaciones opacas y secretas, que pugnan a fin de alcanzar la preponderancia e imposición autoritaria de sus espurios intereses.
Y, además, nos damos cuenta ahora de los terribles errores cometidos en relación al Islam. Una vez consumada la represalia contra el régimen autocrático iraní, todo un sistema de contrapesos y “statu quo” establecido se derrumbó progresivamente. Todo un conjunto de equivocaciones en Afganistán, Libia, Irak, teritorios ocupados, Yemen,… contribuyeron a inestabilizar toda la zona. En Siria ya se manifiesta claramente la imposible solución al “rompecabezas” árabe-musulmán. Y ya simplemente queda el recurso postrero: el uso de la fuerza de la O. T. A.N . y otros países concernidos que, ante una amenaza supuesta y creada anteriormente, reacciona destructivamente y consigue una “pax americana”, imperialista y cuyo origen es el miedo y las presiones de todo tipo practicadas.
Lo aludido está siendo objeto de múltiples estudios y análisis, repercutiendo en la conjura o respuesta de la contraparte o alianza de la civilización occidental para enfrentarse a un terrorismo “mundializado”. Y, lógicamente, el pensamiento casi único se aprovecha a los efectos de modificar la aplicación de los principios de libertad, democracia y justicia (que tanto se predican de la occidentalidad). La reacción, a modo de incremento de adeptos a las formaciones e ideologías de ultraderecha, xenófobas y ultranacionalistas (en Europa), ya es preocupante y con un futuro difícil de aquilatar. El Brexit, subliminalmente sobre todo, provenía del sentimiento de incomodidad con lo desconocido, diferente y extraño o extranjero. Y el impacto mediático de los sucesos, relativos al Estado Islámico (Daesh), se utilizan y difunden con unos tintes apocalípticos y sesgados, a veces.
Y, a guisa de remate de lo expresado, se empieza a reclamar una intervención en hábitos y convicciones “incontrovertibles”, como las libertades de expresión, de manifestación, de comunicación y el derecho a la intimidad. Es normal que los gobernantes se traten de beneficiar, de cualquier manera y en todo momento, de acontecimientos que signifiquen una oportunidad de recorte en los presupuestos y premisas democráticas. La tensión entre las necesidades de profundización en la participación e igualdad de opciones y la seguridad, conforme a “conditio sine qua non” preexistente, suele acabar con una apuesta firme y duradero por este segundo factor. Y la transformación subsiguiente de sociedades libres en otras manipulables y “mundializadas” está consecuentemente servida, a corto plazo y amparada por un culto a la imagen y la uniformidad de modas, costumbres y consumos comerciales (y de vocación planetaria) asociados.
Marcelino B. Taboada