La Guardia Civil resuelve el asesinato de Sheila Barrero, pero la Fiscalía no quiere acusar al supuesto asesino
La Guardia Civil logra resolver, quince años después, el asesinato de Sheila Barrero, pero la Fiscalía, a pesar de la gravedad de los hechos, anda ausente: no asiste a los nuevos interrogatorios, ni participa de los avances y no se atreve a acusar, según podemos leer en El Confidencial.
Sheila tenía 22 años y compatibilizaba su trabajo en una agencia de viajes de Gijón, con el de camarera de fin de semana en el ‘pub’ Joe Team de Villablino, León. Allá por enero de 2004 andaba enfadada con Borja, un joven de la zona. Habían tenido una relación, pero él la había dejado de malas maneras porque quería recuperar a una novia del pasado, Coral. Sheila, que estaba muy enamorada, sobrellevó la ruptura como pudo, aunque le costó, sobretodo después de ver como los tortolitos se besaban delante de ella en el ‘pub’ en el que trabajaba.
El 25 de enero de 2004, Sheila echó el cierre metálico al ‘pub’ a eso de las 7.00 de la mañana, pero en vez de irse a casa, decidió cambiar el chip y disfrutar un poco de la noche. Junto a varios compañeros de trabajo y amigos acudió a otro bar, el ‘pub’ Guei. Una hora después, cuando las risas y las energías se habían evaporado acordaron retirarse a descansar, Sheila se subió a su Peugeot 206 y se dirigió a su casa en Degaña, Asturias, que estaba a 26 minutos en coche. En mitad del camino hay un puerto de montaña, el de Cerredo. Fue precisamente ahí, en lo alto del puerto, en un lugar inhóspito, en el que alguien conocido logró que la joven detuviese el vehículo. Ese individuo se subió en la parte de atrás y le disparó en la nuca con una pistola de pequeño calibre. El proyectil le atravesó el cráneo, pero tenía tan poca fuerza que rebotó contra la luna y cayó dentro del vehículo.
El caso se archivó, pero con los años los investigadores lograron abrir de nuevo las diligencias en el juzgado
De aquello hace 15 años y a pesar de que agentes de la Policía Judicial de la zona y de la UCO de la Guardia Civil que se desplazaron desde Madrid invirtieron horas en las pesquisas fue imposible sentar a un sospechoso en el banquillo. El caso se archivó, pero con los años los investigadores, que no conceden un segundo al desaliento, lograron abrir de nuevo las diligencias en el juzgado. Lo justificaron con inteligencia: la ciencia ha avanzado mucho y quizá si se examinaban las pruebas desde el prisma actual, se podían obtener resultados que colocasen unas esposas al asesino.
Para entenderlo hay que retrotraerse a los orígenes de las pesquisas. Sheila fue asesinada de un tiro el día 25 de enero sobre las 8.15 de la mañana, pero el orificio no se apreciaba a simple vista. En un primer momento, a falta de una explicación, aventuraron que su muerte podía haberse debido a un golpe traumático en la cabeza. Pero veinticuatro horas después el médico forense dio con la verdad. La habían asesinado de un disparo. Por protocolo, los agentes del lugar convocaron a todos los amigos de la joven al cuartelillo para someterles a pruebas de residuos de disparo. Habían trascurrido 33 horas de la defunción.
Los resultados determinaron que el único que presentaba restos de haber apretado un gatillo era Borja. Antes de que le sometieran al test, él advirtió: «Voy a dar positivo. Hace una semana que estuve cazando». La excusa le valió por entonces para salir indemne, pero no en esta ocasión.
15 años después, los químicos han logrado aislar de las muestras de la mano derecha de Borja, que se tomaron en su día, «una partícula de plomo, estaño y bario que es igual a los residuos de disparo encontrados en el casquillo» que localizaron los de criminalística dentro del coche de Sheila. También hallaron en la mano de Borja otra partícula específica, de plomo, bario y antimonio. El conjunto de ambas es tan, tan inhabitual, que se convierte en algo parecido a una huella digital, algo único, como una firma. El informe de los expertos concluye: «No hay ningún tipo de duda en cuanto a la implicación de Borja en la comisión del crimen de Sheila Barrero».
Hay más. El día que le tomaron los residuos de disparo le pidieron que entregase la ropa que llevaba el día del crimen. Es curioso que llevó todas las prendas pero entre ellas no había un abrigo, algo ilógico ya que la temperatura en la zona de Asturias y León en esos días rondaba los cero grados en las primeras horas del día. Aun así, la chaqueta que entregó también dio positivo en presencia de plomo, bario, antimonio y estaño en toda la chaqueta si bien se encontraron valores más altos en la manga derecha. También se midió la concentración de estas partículas y se determinó que «corresponden a un único disparo (…), lo que no sería compatible con la caza que Borja manifestó practicar, toda vez que cualquier cazador hace más de un disparo en una jornada de caza, y ninguna munición de caza tiene estaño en su composición».
El informe de los expertos concluye: «No hay ningún tipo de duda en cuanto a la implicación de Borja en la comisión del crimen de Sheila Barrero»
No es la única prueba basada en la ciencia que convierte las conclusiones en irrefutables. En los asientos traseros del coche se encontró una bufanda y sobre ella una pequeña fibra de algodón de color azul. Se analizó y en su día se determinó que podría haber pertenecido a la chaqueta de Borja, pero claro, se habían vendido más chaquetas como esa y la fibra solo por el color no era determinante, no estaba individualizada. Pero hete aquí que lo que se ha hecho ahora es dar un paso más y de vital importancia.
En tienda todas las prendas nuevas son iguales, pero una vez comprada, cada chaqueta se va convirtiendo en única por el desgaste del día a día, por el tipo de detergente y suavizante empleado para su limpieza, por el número de lavados, por la marca de la lavadora y por el trato que se da a la prenda. Pues bien, al comparar la fibra localizada en el vehículo con otras de la chaqueta usada de Borja, la ciencia afirma que son idénticas y salvo que otra prenda haya repetido las condiciones de vida (lavados, marca de detergente, etc.), lo que es harto improbable, la fibra pertenece a su chaqueta. Dicha conexión, bufanda, fibra y asiento posterior del vehículo no es baladí, pues en dicho lugar habría estado posicionado el autor del disparo que acabó con la vida de la joven Sheila.
El esfuerzo no solo ha sido de la ciencia. Los investigadores han vuelto a interrogar a todo el mundo y así han logrado varios testimonios que aseguran que el fin de semana en el que se produjo el crimen los padres de Borja no estaban en casa. En su día ellos afirmaron no haber salido del domicilio y dieron coartada al chaval afirmando que no se había movido de su lado. Estas nuevas declaraciones cuestionan la veracidad de lo que los progenitores declararon en su día.
Un mes después del asesinato, Borja acudió al hospital. Cuando le preguntaron dijo que padecía de insomnio y que estaba muy nervioso
Hay otro dato muy clarificador. Un mes después del asesinato, Borja acudió al hospital. Cuando le preguntaron dijo que padecía de insomnio, que estaba muy nervioso y que apenas comía. Acusó a la Guardia Civil de presionarle, lo que le había provocado el cuadro de ansiedad. Lo curioso es que por entonces ni siquiera era sospechoso. Más tarde, cuando los indicios le señalaron, cambió de versión y su depresión de repente se debía «a su incapacidad para sacarse el carné de conducir que había intentado seis veces sin lograrlo». Los guardias investigaron la afirmación y descubrieron que no había sido seis, sino dos veces las que había suspendido y que los exámenes eran de un año antes de su visita al médico.
Estos son algunos de los indicios que apuntan a Borja. Hay muchísimos más. Sin embargo, la muerte de Sheila parece que poco preocupa a la Justicia. Solo hay tres mujeres que no piensan sucumbir nunca: su madre Julia, su hermana Mónica y la abogada de la familia, Iratxe Mendieta, del despacho Urraza & Mendieta y asociados. El fiscal, por su parte, no ha asistido a ninguno de los interrogatorios celebrados en los juzgados, no ha escuchado a ninguno de los nuevos peritos, y aunque las pruebas científicas son concluyentes, el representante del Ministerio Público se niega a acusar al sospechoso. Este nivel de dejadez de la Fiscalía ha irritado a la familia que se pregunta, ¿para qué sirve la Fiscalía si en vez de impulsar los procedimientos los bloquea? ¿Hay víctimas de primera y de segunda clase?