Iván Ferreiro actuó anoche en el auditorio municipal de Ponferrada ante unas 2078 personas en las que el arrebato del músico vigués dio hecha mella durante casi 2 horas y cuarto de concierto en el que se sucedieron los vítores, loas, bravos y aplausos al galaico desde el corazón de un público berciano que se congregó en el éxtasis para el ritual del otrora líder en la travesía de «Los piratas». El músico se hizo con el escenario enseguida con juegos de luminaria que dibujaban su inconfundible perfil y un relato personal ligado a la ciudad que convenció al público, expectante desde el primer minuto. El sonido fue el que fue y todo el mundo echó de menos mejores mejoras al respecto.

No somos Vigo, por lo que no apareció Xoel López a acompañar en las letras. Ferreiro actuó del todo solo llenando el escenario con la no poca colaboración del auditorio, en una a viva voz demostración de que este artista venido de la costa bascula a la perfección entre el ser-de-culto y las masas, el equilibrio imposible, pues si bien la asistencia semejaba en cuantía a la de las grandes citas, el entusiasmo distribuido interiorizaba la actuación por lo que viene a ser el adentro de los presentes, en un concierto al que asistía, desgarrada, la biografía de cada cual avejentada.

Han pasado más de 10 años desde que que Iván Ferreiro empezara su carrera en solitario. Y es posible que sus fans nos hayamos hecho viejos. Prueba de ello sería el cartel del concierto, por la ciudad durante semanas diseminado, con el careto del cantante a modo pureta como posando para una entrevista rancia del semanal de El País o algo peor por el estilo. Pero allí estuvo «Santadrenalina» (sin palomas de inicio) para desperezar los rudimentos de la psique, los recuerdos; muchos guitarreos sin o con respirar y humos y esa disrupción del sentido que llaman «M» y por supuesto aquella melodía de los años ochenta y, en esa cumbre a la que solamente llega Iván Ferreiro: la canción, Turnedo, con cuyos acordes han tantos aliñado desventuras desde que la música existe, que es casi como decir desde que se compuso Turnedo, que cabe celebrar que se puede decir que se pudo oír en el Auditorio Municipal de Ponferrada incluso mejor que cuando se escucha en Nochevieja en La Obrera.

El concierto acabó de forma ordinaria, no salió la japonesa de Amaral ni el de Maldita Lesbiana a hacer versiones, no somos Vigo, y los ponferradenses de bien tuvieron a bien irse a sus casas o algún garito con otra pero sin la sensación de que habían sido partícipes de un truco de magia de letras que dicen algo e instrumentos que la precisión acaricia. Ponfe está segura de que dice que es mejor, dejémoslo ahí. Ferreiro ejecutó con maestría sus artes de hipnotizador en los oídos tal vez de las masas que se quieren creer público de culto. No hablaremos de nada. De seguido, este músico seguirá su gira con Ponferrada en la cuenta de las cruces del trabajo bien hecho. Fue un gusto escucharle en persona, don Iván. Ahora, dejemós que corra el aire y digámosnos «hasta lueguín».

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