ANÉCDOTAS y CURIOSIDADES (y II): “La Noche de San Juan en El Bierzo”.
EL SANTO Y “SUS MAÑANITAS”:
Es una creencia cristiana y popular que San Juan Bautista es la divinidad que rige y protege de los fenómenos atmosféricos adversos, relativos a las tormentas y el aparato eléctrico que llevan asociado: rayos, relámpagos,… y las grandes “tronadas”. Por ello aún hay devotos que imploran su intervención como agente pacificador de estas inclemencias meteorológicas, que pueden amenazar la vida e integridad de pastores, campesinos y ganado. Otra variante en este aspecto, más pagana y práctica, consiste en colocar en los tejados de las moradas de los pueblos un ramo de flores de saúco, no sin antes haberlas humedecido en alguna fuente circundante. Se les atribuye a tales “flores de agua”, con mayor razón si se proceden a mojar al amanecer del día de San Juan, unas propiedades extraordinarias en cuanto a “ahuyentadoras de todo mal provocado por la descarga del rayo”.
Otra nota a reseñar es que, indirectamente, a este santo – predecesor o anunciador de la cercana venida del Cristo – se le asimila con una multitud amplia de plantas mágicas, medicinales y aromáticas. Este conjunto, en principio, se resumiría en una serie de siete: salvia, aquilea milenrama, crisantemo de los prados, hiedra terrestre, rusco, artemisa e hipérico. Con el tiempo la lista fue incrementándose y admitiendo una apreciable variedad de nuevos componentes, entre ellos: el laurel, el laurel cerezo, el helecho, la yerba de la centella, la yerba empreñadeira (borraja), el perejil, el romero, la cicuta, la ruda,… y muchas otras (en función de los diversos países y áreas geográficas).
La importancia de estas especies vegetales, y sus flores, se basaba en el augurio de buena suerte, fortuna y todo tipo de venturas que su lanzamiento a la hoguera de San Juan conllevaba.
LAS “TRASTADAS” y BROMAS:
En este período, comprendido entre las festividades de San Juan y San Pedro, era habitual – hasta cierto punto – obsequiar con “trastadas” o “trasnadas” a los vecinos, normalmente por parte de la comunidad juvenil. En la vecina Galicia las épocas más propicias a fin de “pergeñar” tales engaños, trampas o contratiempos se distribuían en torno al “Entroido” y al “San Xoán”. Por nuestros pagos esta costumbre se hallaba mejor distribuida a lo largo del ciclo anual.
Como exponentes referidos sobre esta tradición, imaginativa, mínimamente agresiva y jocosa, conviene enumerar una serie de acciones “corrientes”: soltar los burros atados a los “poyos” o herraduras encajadas en las fachadas de los edificios; desorientar los rebaños en las encrucijadas de caminos o “dándoles la vuelta”, esconder los aperos de labranza, utensilios u otros enseres o mudarlos de lugar, subir objetos a los tejados o acoplarlos a las fachadas, apropiarse los mozos de algún reservorio de huevos o mugir las vacas para desayunar,…
LAS LEYENDAS DEL “LAGO DE CARUCEDO” y EL SANTO BAUTISTA:
Bien es sabido, y ha sido una constante histórica de extracto popular, que en el espacio que transcurre entre la Noche de San Juan y la mañana subsiguiente y próxima se han narrado una enorme cantidad de hechos ocurridos, fantásticos y excepcionales. Y en El Bierzo no nos quedamos atrás en esta faceta.
LA PASTORA BORONIA:
Hay quien la identifica equivocadamente con la hija del jefe de la tribu astur, que mandaba por los territorios en que se enclavaba y localiza ahora Borrenes. Constituye ello una explicación “almibarada”, casi mítica, de los numerosos relatos legendarios cuyo escenario es el Paraje Arqueológico de Las Médulas. Pues bien, esta hermosa “efeba” fue forzada, ultrajada y violada por un poderoso Caballero Templario. Su mozo se conjuró a fin de vengar tal afrenta, y a fe que lo consiguió matando al deshonroso e infame caballero. Hubo de “expatriarse”, yendo a parar a “tierra de moros”. Tras el destierro voluntario se reintegraría a su lugar de origen y alcanzaría la dignidad de abad (parece ser que en el Monasterio de Villarando, hoy convertido simplemente en vestigios de un recuerdo). La historia continúa y… en el preciso momento en que comienza la celebración aguardada del santo milagrero (San Juan) se oye el tañido lastimero de las campanas de la ermita, sumergida en el fondo del lecho lacustre de Carucedo.
LA ONDINA “CARISSIA”:
Esta bellísima doncella fue la “encantadora” joven astur que encandiló al general romano, Tito Carissio, y que finalmente sería abandonada por su amado. Se cuenta que, en las mañanas del día de San Juan, sucumbe a la pulsión de “reaparecer” desde la profundidad de las aguas, se acicala y se arregla primorosamente a la espera del regreso imposible de su adorado militar invasor. Asimismo, existe una interpretación “más arbitraria”: la de los que afirman tener conocimiento de la presencia de mozos que, guiándose por cantos celestiales de las “hadas de las aguas”, son arrastrados y perecen en los brazos de sus hechizadoras (que los conducen a la “perdición” fatal).
OTRAS NOTAS y APUNTES:
En la mañana de San Juan, justo en una fuente o manantial (aún no utilizado por una concurrencia notable o sin precedente usuario beneficiado), se solía cumplir con los preceptos y pormenores de la “flor del agua”. El ramo confeccionado recibía, por tanto y “protocolaria” y ritualmente, el “rocío” del amanecer y ello constituía todo un seguro respecto a la necesaria preservación de enfermedades, como condición indispensable del progreso y mejora en cualquier parcela de la vida.
En la Cabrera Baja, conforme a crónicas antiguas, se disponía un palo o tronco acondicionado al efecto y que comunicaba ambas orillas de un río. El poste o pasarela era resbaladizo y se untaba, además, con material deslizante: la dama casadera o célibe que, al tratar de caminar por encima de él, dudaba y zozobraba (no manteniendo el equilibrio) se declaraba “no virgen” y padecía el correspondiente oprobio social (lo cual representaba un desdoro y vergüenza). Entiendo que esta comprobación se asemeja a los denostados y odiosos “juicios de Dios”.
Para concluir, y como recomendación, cabe incentivar a todos/as a que “tomen el rocío” en la madrugada de San Juan. Según los expertos de siempre, es este el mejor antídoto contra las enfermedades de la piel: activa el metabolismo, revitaliza el organismo y nos hará conservar una lozana figura y una apariencia sana y perfecta. Y, por lo que atañe a nuestra cabaña doméstica ganadera, la inmuniza respecto a los ataques de sarna y otras afecciones dermatológicas, parásitos externos y resto de contagios epidérmicos.
Marcelino B. Taboada