EVA GONZÁLEZ: UNA POETA CANTORA DE LA VIDA EN EL ALTO SIL
La poetisa palaciega cumpliría, de haber sobrevivido a una larga patología progresivamente incapacitante padecida durante los más de últimos diez años de trayectoria vital (hasta el año 2007), la centena de abriles este mismo mes de enero recién comenzado. A mi entender, entre otras muchas características que definirían y moldearían en su caso su personalidad destacan: su ligamen y arraigo a la tierra de origen (retornando siempre a sus fuentes de niñez, adolescencia y juventud, en cuanto le era permitido), su peregrinaje en época adulta por varios lugares de cultura diversa y por motivos laborales y económicos, su amor por la naturaleza del entorno inmediato de Ribas de Sil de Suso (en concreto y con preferencia a la localidad de Palacios del Sil, enclave ubicado en un valle entre montañas inquietantes pero de una magnificencia esplendorosa) y su dedicación a la enseñanza en un taller de actividades relativas a la costura e incluso su intento de crear un espacio dedicado a la fabricación de prendas de lana, entendiendo que aquí los relatos (a semejanza de un precario filandón) se producirían debido a la monotonía de algunos arreglos o a la relativamente rutinaria confección de piezas vestimentarias y/o artesanales.
Por lo que respecta a su estilo literario, conviene inicialmente identificarlo como una plasmación de sencillez intimista y acaparadora de sentimientos y emociones, utilizando como construcción imperante el romance (sirviéndose a este propósito de ágiles versos octosílabos) y otras técnicas procedimentales simples. Asimismo destaca su producción por basarse en la tradición oral, a veces recurriendo a combinaciones de sonidos para aumentar la musicalidad y, en otro aspecto, la rapidez y rotundidad de lo referido se muestra a modo de un recurso que incrementa las sensaciones transmitidas. También el uso esporádico de la “ch” vaqueira exalta las cualidades idiosincráticas de los pobladores de la zona y sus inmediaciones lacianiegas. En lo que que se cohonesta con alguna singularidad, es preciso reseñar la a veces frecuencia expresiva de términos escritos con el fonema palatal-lateral-africado ḷḷ.
En definitiva, el estilo predominante en el conjunto de la obra a analizar es sencillo e intimista. Ahí radique tal vez su relevancia, a causa de su extraordinaria calidad en muchas parcelas: un ritmo adecuado y perfecto, de una celeridad y sorpresiva sentimentalidad inusuales, alternando al efecto formulaciones elementales y contundentes que conducen a sublimar la musicalidad, la combinación precisa de sonidos o a incrementar el resultado de la personificación animada de los seres vivos en diversos momentos.
I- USOS, TRADICIONES, PSEUDOLEYENDAS Y RASGOS CONSUETUDINARIOS:
Los animales ‒ y todos los seres vivos circundantes, en general ‒ adquieren en su poesía tintes significativos, producto en parte de una relación estrecha en lo que atañe a lo personal y afectivo. Por otro lado, incluso anecdóticamente se llega a personificar y atribuir connotaciones humanas a individuos determinados, p. ej.: la estimada e indolente ugüecha que no acierta con su aprisco, el oso imponente que evidencia un comportamiento ambivalente y, en consecuencia, así el contraste etológico propio de un enemigo fiero (el oso pardo) ‒ leal a sus hábitos y que consigue inferir un pavor atroz (logrando provocar la mudez o parálisis en uno de sus parientes allegados, su querida y admirada ma Felicidá),… ‒ se enfrenta a su carácter temeroso y la misión que desempaña la hembra, protectora de sus aún indefensos y pequeños esbardos.
Es indispensable ‒ en un sentido asociado al estereotipo representativo de lo dañino o peligroso contra las cosechas ‒ resaltar el papel que por entonces desempeñaban los topos, en su función típica de influir negativamente en el desarrollo de los cultivos. Sin embargo, las alimañas peor tratadas y consideradas, fruto de un prejuicio antropológico, cultural y compatible con una ancestral superstición que genera pánico y terror por sus incursiones malvadas en el pecunio o hacienda avícola ‒ ínsito en el imaginario colectivo ‒, se incluyen en el seno de la familia cánida: los raposos (por sus ataques constantes a las pitas) y las temibles manadas de lobos, que antaño diezmaban (todavía en mayor grado que actualmente) la cabaña pastoreada mediante el sistema de veceras. En este aspecto era imprescindible eliminar o reducir la amenaza que se cernía, en ciertas épocas, irremisiblemente sobre los rebaños de ganado vacuno, caballar y, sobre todo, en torno al ovino y caprino.
Es resaltable ‒ en cuanto a la flora autóctona y la biodiversidad vegetal tradicional de la montaña cantábrica ‒ indicar la fuerte atracción de la autora por el hábitat local, fundamentalmente trayéndola a colación en adecuados diálogos en los que intervienen árboles, arbustos o flores. Así sucede en la conversación, esclarecedora y comparativa, establecida entre tres especies arbóreas o arbustivas (el xardón, el bedul y el reboḷḷu, variedad de carbayu) o la complementariedad manifiesta entre la rosa y el clavel. En otro terreno, el de las frutas y frutos silvestres, la intelectual berciano-lacianiega cuenta experiencias infantiles en las que su presencia los transforma en sus protagonistas principales y la aprovecha a fin de resaltar sus gustos específicos, los aromas excepcionales interiorizados, las prácticas, los juegos o actuaciones puntuales llevadas a cabo alrededor de los distintos aprovechamientos estacionales,…
II- EVA GONZÁLEZ: UNA PERSONALIDAD AUTÓCTONA
La vate popular y tardía se remitió y refirió con fidelidad y amor, a través de sus recuerdos pretéritos y frecuentemente, a hechos ocurridos durante su infancia y, asimismo, al empleo del tiempo libre y de ocio (propio de esta feliz edad). A este tenor, sus primeras menciones divulgadas contenían una mayor dosis de alegría y optimismo que la que se traslucía en las postreras (consecuencia lógica de su deterioro fisiológico creciente). En este apartado popular la riqueza léxica es abundante, con la proliferación de vocablos específicos del área lingüística concernida: guaḥino, biḷḷarinos, peḷḷas de nieve, santu macarru,…
En otro campo peculiar, el de las palabras ligadas a lo tradicional, costumbristas o de cariz consuetudinario, hace falta trasladarse al modo de vida de los lugareños y a la organización del trabajo comunitario y vecinal. Términos exponentes ‒ de extracto o en conexión con el argot vaqueiro ‒ de este orden convivencial, y mínimamente arcaico, serían los términos vencia, estremar, corte, salera, braña, vaḷḷinas, praos, tesos,… y otros citados precedentemente, pertenecientes a un ámbito rural especial y poco hospitalario.
No es de obviar tampoco, con el propósito de finalizar este acercamiento primario a la figura de nuestra insigne cantora de su patria chica, el catálogo extenso de términos dialectales que utilizó y reunió en sus libros y la utilización correcta y oportuna de refranes, dichos y proverbios locales (de los que el vulgo se guiaba a título de máximas o sentencias y que mostraban principios de sabiduría y/o experiencias, procedentes de antaño).
III- CLAVES E IMPORTANCIA DE LA OBRA DE LA “PALACIEGA” EVA GONZÁLEZ
La lengua utilizada, de tipo tradicional oral, se subsumía en la genuinamente denominada variante distintiva de su localidad natal: el paỊỊuezu.
Es el momento, pues, de rematar este apartado del capítulo preliminar trayendo a colación algún detalle, no coincidente con lo que se referirá en la siguiente ocasión u oportunidad de continuar esta temática:
Su predilección por las especies arbóreas de su entorno, donde proliferan muchas especificidades, rarezas, endemismos y especies protegibles y ciertos ejemplares de porte destacable, le permite evidenciar sus gustos (que se asimilan a debilidades sentimentales, en cuanto a capacidad de admiración y estima profundas). Quizá el xardón, el bedul y el reboḷḷu sean presentados (conforme a sus aplicaciones y opciones de tratamiento y utilidad) con un presunto orgullo y afecto diferenciado. Las frutas salvajes, por otra parte, llaman poderosamente su atención pues es amiga de los deliciosos frutos bravos amargos y acedos. El cereisal es el aditamento vegetal que le resulta más inspirador y, entre las aplicaciones y preferencias frutales, sus favoritas se insertan en un catálogo donde se suceden perfectamente los sabores (y posiblemente, olores únicos) de frutos que son objeto de las correspondientes citas: peruchos, ablunos, caruezas, muruéndanos, cereisucos, arándanos,… Un relato de gente menuda ‒ aderezado con una acertada intensidad expresiva ‒ narra la costumbre infantil de proceder, superada la fase de maduración de las mores, a elaborar los sabrosos y atractivos machucos. Estos productos, anteriormente recolectados, se extendían entonces encima de una lasca, que previamente se había limpiado y acondicionado. Y se proseguía, en medio de un jolgorio totalmente espontáneo, al aplastamiento de estas delicias culinarias de escandalosa tintura y lábil consistencia. Los rapazos, tras esta operación, lamían y relamían tan extraordinario elixir y maravilloso brebaje.
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IV- NOTAS Y APUNTES “AL AZAR” RESPECTO A ALGUNAS CURIOSIDADES DE LA OBRA DE EVA GONZÁLEZ
La poetisa del Alto Sil se mantuvo siempre fiel a las tradiciones, usos transmitidos, formas de vida y costumbres de sus antepasados y se reveló a modo de una gran y fina notaria de los hábitos y activa recopiladora de las normas y reglas respetadas por sus paisanos. Es decir, para ella existían dos factores o premisas claves: la adaptación humana a la naturaleza y el amor congénito y natural de los hombres hacia sus orígenes y familia.
A continuación, por tanto, se van a transcribir ciertos hechos relatados por la célebre autora (que llegó a convertirse en la decana de las letras asturleonesas, en lo que se refiere a la variante occidental o suroccidental):
V- LA CAZA Y EL CUMPLIMIENTO DE SUS ASPECTOS CONSUETUDINARIOS:
Regulando el mundo cinegético de la zona, se empleaba un código no escrito de rasgos ético, morales y con un tono solidario y cooperativo. El pa de la escritora local, Teodosio ‒ y además, su abuelo ‒ eran ambos reconocidos cazadores. Es reseñable, fundamentalmente en el sentido ético, la estricta observancia de conductas, tal como la compartición de las capturas en unas reuniones festivas a las que se convidaba a los cercanos y camaradas partícipes en esta afición (en aquellos años, dedicación obligada). Pues bien, uno de los cazadores conculcó esta previsión y no se atuvo a su deber. Se cuenta que su castigo o punición resultó inevitable y excesivamente cruel: su muerte a manos de otro compañero de cacería.
Por otro lado, cabe subrayar el ligamen indisociable de la literata con el ámbito ya señalado. Su abuelo, asimismo, sufrió un grave percance en una expedición en busca de venados salvajes. Y, más allá del lance que padeció precisamente su madre, hay que apostillar esta constatación con dos detalles definitivos: su propia familia disponía de una cantina donde se servían los ricos platos de carne ‒ aderezada y cocinada ‒ de las presas cobradas, preparados por su madre; y su aludido padre capturó un jabato a fin de integrarlo en la cuadra o cercado con sus congéneres: los cerdos. Esta iniciativa no prosperó, pues el animal (cuya predisposición a la libertad es instintiva) falleció cuando ya superaba el año en cautividad.
VI- LAS AVES Y LOS PÁJAROS:
Era Eva, en parte, una contrastada ornitóloga de campo. Su identificación de especies era apreciable y la asimilación de estos seres voladores a ciertos acontecimientos (y hasta poderes o influencias esotéricas) es intuida en fragmentos de su obra, vgr.: su utilización, tal es el caso de la curuxa, curquieḷḷu y gárabo, en el plano supersticioso. En concreto, el gárabo tiene un rasgo hermético, cava tumbas, simboliza la muerte y se halla incidentalmente relacionado con los cementerios. Y la curuxa, en forma menor, también. Finalmente, el curquieḷḷu (cuco) ‒ conforme a la imaginación fantástica colectiva ‒ es un portador de augurios (afortunados o desgraciados) en consonancia con el tono y cadencia de su canto y de las condiciones en que se nos aparezca.
VII- LA VECERA:
Esta institución de derecho más primitivo o consuetudinario se asocia a la ganadería extensiva y comunitaria. Esta colaboración turnante en el cuidado y control del ganado, en régimen de pastoreo en las brañas de frescas hierbas y abundante alimento, fue una de las manifestaciones axiales en otro tiempo no demasiado lejano, complementado o alternando con la similar trastermancia y la más amplia trashumancia (esta práctica, que se había impuesto secularmente, adquirió un tipismo consustancial en otros lares). Una de las escenas más tiernas de nuestra inigual compositora poética narra el extravío de una ugüecha de su rebaño, después encontrada en otra corte de sus vecinos. Entonces, a la hora de relatar la contingencia, se contienen en el poema conceptos tradicionales: estremar, vecera, vencia (ganado menor, compuesto por ovejas y cabras), la salera (sistema al objeto de atraer los animales hacia su adecuada ubicación o cuadra), el ḷḷobu (en señal de admonición o advertencia conminatoria),…
Marcelino B. Taboada