La Deportiva se impuso a un CD Lugo pendiente todavía de los descartes

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El encuentro resultó mejor planteado e interpretado por la escuadra visitante que, además, evidenció mayor capacidad ofensiva. Como aspecto complementario, la impresión de bloque compacto también se decantó comparativamente, en esta confrontación, hacia el bando preparado por el entrenador vizcaíno Jon Pérez, «Bolo».

Hasta aproximadamente el ecuador de la mitad de principio, ambos conjuntos se disputaron el dominio de la pelota y, sobre todo, el control del juego. No lo conseguiría ninguno, en particular, a lo largo del primer acto. Por otro lado, quizá se intuía un cuadro foráneo bien plantado y con oficio, con un sistema organizativo más trabajado y con una vocación atacante y anotadora consolidada.

Aún así, en sentido inverso, la ocasión que abría la serie correspondió al once anfitrión, por medio del lateral izquierdo ucraniano Kravets, que se presentó enfrente del guardameta argentino Gazzaniga. Lanzó un tiro con potencia pero el arquero detuvo el esférico, efectuando un escorzo formidable.

Sin embargo, gracias a los condicionantes aludidos, los blanquiazules (hoy grisáceos) evolucionaban con una libertad superior, presionando bastante. En el minuto 21, en una jugada de cierto mérito, Pablo Espina proporcionó un buen servicio al ariete (y capitán) Yuri: el brasileño realizaría una recepción admirable y batiría finalmente al cancerbero rival.

Los chicos del Bierzo se basaban en este período o cuarto de comienzo, en sus elaboraciones, en unas rápidas transiciones cuyos encargados eran dos efectivos con sobrada calidad: Dani Pichín e Isi. En cambio, sus oponentes solamente reaccionaban tratando de crear opciones de peligro aleatorias, a través de pases largos y centros por alto. Esta estrategia, no obstante, se adivinaba poco convincente y restrictiva. Y se comprobó pronto la suposición albergada, en razón a los escasos y dudosos réditos aparejados.

La constante de inutilidad del planteamiento se plasmó con claridad meridiana, al verificarse posteriormente tal sensación primaria y precisamente porque no comportaría los frutos apetecidos.

Los lucenses se lanzarían, en consecuencia, a restablecer las tablas en el luminoso. A duras penas podían mantener tal apuesta, aunque dispusieron de dos acercamientos con riesgo notorio para el portal de sus adversarios: por orden cronólogico, gracias a un apoderamiento –en un intento de salida errado, pillando de este modo en precario a la zaga– de un balón en la parcela de retaguardia contraria, Escriche y Azaaez no concretaron una excelente posibilidad de empatar puesto  no se coordinarían adecuadamente; y, más tarde, no conectó el susodicho Escriche con el cuero por centímetros (procedente del bote de un córner, a cargo de Juan Muñiz).

Agotado el intermedio, tras el descanso preceptivo en los vestuarios, los gallegos buscaron con intensidad hacerse con la manija de la contienda. Paulatinamente lo iban logrando, mientras que sus oponentes utilizaban la táctica del contragolpe tratando de imprimir la exigible celeridad (no siempre con la frecuencia que fuere posible, deseable y factible).

La continuación, por tanto, tendía a representar un monólogo de los de la ciudad bimilenaria del Sacramento. De cualquier manera, su tarea no se entreveía en absoluto sencilla ni fácil.

Al inicio de este intervalo decisivo, nuevamente el delantero Yuri atesoraría una estupenda probabilidad de sumar su “doblete” particular. El ex-pimentonero Isi se internaría y cedería un pase atrás (“de la muerte”) a su compañero goleador. El disparo subsiguiente, a puerta casi vacía, no se patentizaría atinado (máxime procediendo de un veterano “artillero”).

Las oportunidades surgieron a cuentagotas y lógicamente por parte de los representantes de la urbe amurallada, merced al mucho empeño derrochado. Un chute potente y colocado de Lazo (desde larga distancia) halló al portero Gianfranco Gazzaniza en estado de gracia. Voló y se lució en su intervención, evitando un riesgo cierto, pues el cuero se dirigía en dirección a la misma cruceta de su marco, y su paradón destiló tintes antológicos.

El guión consolidado se iba cimentando, con el peligro que significa en todo caso desarrollar una posesión infructuosa. Esta contingencia la aprovecharon los ponferradinos que, producto del estado de cosas antedicho (aderezado con las normales imprecisiones previstas y una deriva irreversible de leve premura), alcanzarían otro tanto que los ponía en franquicia y casi aseguraba su triunfo. Una asistencia del murciano Isi habilitaría ventajosamente a David Grande en una posición cómoda avanzada. En esta situación preferente el madrileño, jugándose un “mano a mano” con el meta, lo obvió con clase y fortuna y mandó su acertada definición al fondo de las mallas.

Los lugueses, a partir de este instante, no arrojaron la toalla y procuraron aproximarse al área de sus contrincantes. Prosiguieron en su propósito y persistieron –en su tarea de acortar distancias– hasta la conclusión, comportamiento loable y de agradecer. Sus muestras de coraje y dedicación, en definitiva, no conseguían combinaciones relevantes en vanguardia y, por tanto, sus anhelos se quedaban en nada constatable en su registro en el casillero rojiblanco (ayer, con equipación «rosácea»).

ALINEACIONES:

C.D. LUGO:

Alberto Varo; Leuko, Vieira, José Carlos, Kravets; Seoane, Azaaez, Iriome; Campillo, Juan Muñiz; y Escriche. Asimismo pisarían el césped, por orden del técnico Javi López: en el retorno de la pausa reglamentaria, Sergio Gil, Lazo, Bernardo, Borja San Emeterio y Josete; y después, Cristian Herrera y Jona Mejía.

S.D. PONFERRADINA:

Gianfranco; Son, Jon García, Míchel Zabaco, Ríos Reina; Saúl, Dani Pichín, Matthieu; Pablo Espina, Yuri e Isi. 

En el capítulo de sustituciones o relevos, entrarían a la cancha con el transcurso de los minutos, Pablo Trigueros, David Grande, Fran Carnicer, Fran Carnicer y debutaría la reciente incorporación, el colombiano Edward Bolaños.

GOLES:

0-1 (Yuri, 21′), 0-2 (David Grande, 72′).

ÁRBITRO:

El Sr. Eiriz Mata, del Colegio de A Coruña.

INCIDENCIAS;

Partido en pos de la adjudicación del XIII Trofeo Memorial Antonio Tarrío (reconocido futbolista, de origen vivariense, figura señera del Racing de Ferrol y fallecido en la cúspide de su carrera deportiva). El escenario de este choque (tradicional en algunas campañas precedentes, a nivel amistoso o incluso oficial, denominado popularmente “derbi de los Ancares”), entre dos equipos con una amplia, añeja y contrastada relación de amistad, fue el Campo de “Cantarrana” (Viveiro, A Mariña).

                                                             Marcelino B. Taboada

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