‘La explotación aurífera de “A Leitosa”: patrimonio de la humanidad.” (I)
Hoy, precisamente, la Asociación Cultural “Burbia-Valcarce” (Bur-Val) ha programado, con motivo de un Curso de Extensión Universitaria, una salida de campo o excursión al incomparable paraje arqueológico de las “Médulas de A Leitosa”. La Asociación Bierzo-Natura viene reclamando, desde el año 2.009, la declaración de este monumento arqueológico – similar a menor escala a Las Médulas más reconocidas y famosas – en calidad de Patrimonio de la Humanidad (creando incluso un grupo social al efecto). Y ello se debe a una identidad de razón, modo de explotación semejante e importancia fundamental durante la época de dominación romana.
Además, la figura reclamada y demandada para este enclave emblemático de la Somoza berciana serviría de punto de partida indispensable para un desarrollo turístico sostenible de toda esta zona, complementado por varios atractivos naturales y de otro tipo: los vestigios de la Fábrica de Hierro Tirado de San Fernando, el sistema de ganadería extensiva denominado “trastermancia” (Aira da Pedra-Campolagua), los fenómenos glaciares (valles, morrenas,…), los elementos de arquitectura tradicional conservados, los oficios a rescatar y otras notas etnológicas,…
Por tanto, reproducimos a continuación un artículo-reportaje (publicado en el año 2.009) en el que incidíamos en lo expresado y solicitábamos una atención preferente a “La Leitosa, la hermana pobre de Las Médulas”.
LA LEITOSA, LA HERMANA POBRE DE LAS MÉDULAS
La antigua explotación aurífera de “A Leitosa”, que ocupa un buen espacio de las orillas del río Burbia, es semejante a la de Las Médulas. Así, ambas se constituyen en un espectáculo visual extraordinario y sin comparación posible. En el caso de “A Leitosa”, los cálculos arqueológicos indican que pudieron excavarse y removerse hasta 40 millones de metros cúbicos de arrastres aluviales muy anteriores que, tras ser lavados y filtrados, originaron un extenso y espeso manto sedimentario de hasta veinte metros de anchura. Ello puede ser captado por cualquier observador avezado, en el contorno de esta zona del río Burbia y, preferentemente, en la margen izquierda del río.
Las barrancas, como así aún las denominan los lugareños, son accidentes topográficos espectaculares y todavía se pueden apreciar en todo su esplendor.
Las antiguas conducciones o canalizaciones coinciden con los canales romanos que traían el agua de los tres ríos: el Ancares, el Cúa y el Burbia. Hoy en días los canales – en tanto que infraestructuras hidrogeológicas – han sido destruidos debido a las reforestaciones de pinos llevadas a cabo, sin que nadie haya opuesto nada por remediarlo y evitar al menos que se malogren las que aún quedan “en precario”.
El proceso técnico empleado tiene la misma concepción que el “ruina montium”, lo que representa la utilización de un procedimiento complejo, sobre todo por la intrincada red de canalización de agua hasta los estratos secundarios, más ricos en el metal dorado.
En este aspecto, los aportes de ingentes cantidades de agua se producían a través de acueductos – dos de los cuales aún se evidencian claramente -, agua que había que conducir desde el tramo más alto de la cuenca del Burbia. Como complemento, nos podemos topar con varios estanques o pequeñas lagunas de retención y con algunas galerías que, horadando la tierra, fueron dejando enormes barrancas en las cuales se averiguan “grosso modo” las hace tiempo abandonadas bocaminas.
En lugares adaptados, próximos a la explotación del “oro”, se instalaron castros que se supone que fueron ocupados por astures y que eran asimismo empleados en los duros trabajos: La Toralina y Campo do Castrelo, en Prado de Paradiña; El Castrillón, en Ribón y El Castro, en Veigueliña.
Lógicamente, esto nos demuestra que la influencia y huellas romanas en El Bierzo son abundantes, y también en estas tierras de la Somoza, donde el genio de la desarrollada ingeniería romana produjo estas obras auténticamente excepcionales. Sin poderse asimilar en proporciones a sus hermanas canalizaciones de las Médulas, se ha de constatar que los yacimientos de “A Leitosa” vendrían a corresponder con una tercera parte de Las Médulas, aproximadamente.
Sin embargo, el contraste entre riscos y picos rojizos, con las laderas de derrumbe y con una frondosa y espléndida vegetación, logra el mismo efecto visual de impresión y admiración.
En La Leitosa se contemplan, como añadido, una amplia red de pozos y galerías subterráneas, a fin y objeto de aprovechar la caída por gravedad del agua, lo que repercutía en el aumento de su fuerza y en el rendimiento en cuanto a la cantidad de material abatido.
UNA RUTA “RECOMENDABLE”
Se puede intentar o elegir partir de Villafranca del Bierzo, Cacabelos, Quilós y encaminarse por la carretera que nos señala Paradaseca y, en este caso, procurar estar luego atentos para tomar el desvío en el que se indica un Km. a Paradiña. Aquí se encuentra habilitada, a la izquierda, una pista forestal (en bastante mal estado) que nos dirige hacia la parte baja del monumento arqueológico. Llegamos de este modo a un merendero, abandonado y destruido por los vándalos y desaprehensivos “de turno”. .
No obstante, si lo que se quiere es alcanzar la parte alta de la mina, es preciso orientarse en dirección Paradiña y, una vez conquistado el alto, seguir por una pista forestal a la izquierda.
Hay también un rótulo sencillo en el desvío citado que marca la leyenda “A Leitosa”. Comienza aquí una ruta de senderismo, cegada por la vegetación y que justamente pasa por el medio del área de derrumbes y que es donde se cierra – justo llegando a la parte baja -, entorno en el que proliferan los depósitos con los materiales desprendidos y desechados. Si se continúa por la carretera que va a dar a Prado de Somoza, surge la agradable sorpresa de tener que hacer dos paradas para admirar una impresionante panorámica desde los dos miradores al alcance.
El pueblo de Prado de Somoza (Paradiña) se encuentra en el seno de lo que fue la explotación aurífera, distinguiéndose todavía actualmente numerosas barrancas y antiguos canales romanos que transportaban y aportaban el agua de los ríos Cúa ,Ancares y y Burbia.
Recomendamos en esta tesitura (a manera de mayor concreción) que visiten el archivo del blog, en cuyo espacio y en un momento precedente se trató de establecer una reseña sencilla sobre el pueblo de Prado de Somoza – Prado del Bierzo.
http://bierzonatura.blogspot.com/2008/07/prado-de-paradia-un-rincon-del-paraiso.html
El camino que lleva a la Leitosa desde Prado de Somoza (antiguo de Paradiña) se halla completamente obstruido por la vegetación abundante, así como prácticamente el amplio conjunto de caminos, senderos y pistas de la pedanía; el riesgo de incendios es lógicamente muy elevado; y el abandono de este bello pueblo por las Instituciones apreciable y notorio.
Desde el “observatorio” del Teso do Rego se contempla una perspectiva y panorámica excelente de buena parte del Bierzo Bajo. Desde este lugar privilegiado, entre la vegetación a veces exuberante, se atisban los vestigios de los canales que nos legaron los romanos (en habla local, denominados “antiguas”). En este trayecto, podemos gozar de la sombra en verano de un llamativo bosque de pinos.
EL RECUERDO DE LA CIUDAD DE “ALCAPARRA”
Transmitido durante generaciones, un relato asombroso viene siendo contado:
“La ciudad de Alcaparra era un poblado minero importante, que se ubicaba a poca distancia del yacimiento de “A Leitosa” y, más en concreto, en el lugar de Veigueliña.
Un día de hornada, cuando estaban cociendo, apareció por allí un hombre viejo y hambriento, implorando un trozo de pan. Cortaron un pequeño pedazo de masa, poniéndolo a cocer. Empezó a esponjarse de tal manera que se formó una bolla de enormes proporciones. Introdujeron un minúsculo trozo de masa, seguidamente, pero la gran sorpresa fue que sucedió lo mismo. Ante la poca caridad cristiana de los aldeanos, surgió una persona que les recriminó su acción.
El visitante-mendigo le dijo a este buen y generoso hombre que le acompañara. Así se encaminaron a las afueras del pueblo, sin mirar hacia atrás. Cuando tornaron su mirada, observaron cómo la ciudad de Alcaparra se hundía por su codicia y ambición.
Se cree que el anciano era el mismo Dios, que quiso poner a prueba a los pobladores de esta ciudad”. Cuentan que, más bien a comienzos del siglo pasado, llegó un maestro a la escuela del típico pueblo de Veigueliña. Este hombre tenía la costumbre-manía de sacar, de vez en cuando, a sus pupilos del aula y, obligándolos a mirar hacia La Leitosa, les mandaba repetir la siguiente proclama ”¡Viva la ciudad de Alcaparra!
(Continuará)