PANDEMIAS y EPIDEMIAS: LA GRIPE “ESPAÑOLA” DE 1918.
La humanidad, ya desde antaño, ha transitado por fases en que enfermedades varias (infecciosas y/o contagiosas la mayoría) han diezmado y hasta aterrorizado a la población, vgr.: la viruela, el sarampión o la peste negra. Esta última llegó a infundir tal pavor a la población que algunos, en una época de religiosidad patente, creyeron que se aproximaba el fin del mundo.
LA PESTE NEGRA:
A mediados del siglo XIV, fundamentalmente entre 1346 y 1347, se difundió la noticia de que la mayor epidemia de la historia se extendía a lo largo y ancho del Viejo Continente. Era realmente solo comparable a otra precedente: la que se propagó en tiempos del emperador Justiniano (en el decurso de las centurias VI y VII). Se convirtió en recurrente, en cierto modo, y su postrera aparición ocurrió a finales del s. XVIII. A ello (mortalidad asociada) cooperaron factores diversos cumulativos: pésimas condiciones higiénicas del pueblo llano, alimentación deficiente e inexistencia de los elementales conocimientos en torno a esta patología y, asimismo, carencia de los métodos diagnósticos médicos imprescindibles.
La virulencia alcanzada fue tal que no distinguía entre sus víctimas: lo mismo afectaba a ricos que a pobres, por lo que se la puede tildar de “democrática”.
Las descripciones que se implementaron en lo sucesivo –respecto a las vicisitudes vividas– refieren espectáculos dantescos y cuasi apocalípticos. Se fue creando simultáneamente la idea de que la ira de Dios, con inusitada crueldad, se había cernido sobre sus indefensas criaturas (en castigo por los pecados cometidos).
El origen –conforme a investigadores y expertos conspicuos contemporáneos, a través del siglo XIX, y otros más modernos– se halló en la bacteria yersinia pestis: microorganismo que era un huésped habitual de las ratas negras y otros roedores. Los parásitos que transportaban estos repelentes seres se mudaban de lugar de acogida e infectaban a los humanos. Si lograban su objetivo, el plazo para mostrar los primeros síntomas de la patología conllevaban una brusca inminencia y en breve espacio se desencadenaba un proceso mortífero irreversible.
El proceso bacteriano desencadenado repercutía directamente en el sistema linfático (a causa de esta peculiaridad se denominó asimismo “peste bubónica”, pues estos conductos o ganglios eferentes de los mamíferos se conocían antiguamente con el nombre de bubón o carbunco. Secundariamente, se podían también producir o provocar otras dos variantes mórbidas: la septicémica y la neumónica, ambas letales.
En cuanto a sus tristes consecuencias entre la población, se relató que en la Península Ibérica se habrían reducido las cifras demográficas a menos de la mitad (de 6 millones de pobladores a 2-2,5 millones) y en la Toscana transalpina desaparecerían entre el 50% y el 60% de sus lugareños.
EL CÓLERA:
Es una constante desgraciada, persistente a lo largo de la historia de nuestro planeta. Su frecuencia recurrente viene reflejada de antiguo: el insigne padre de la medicina, Hipócrates (430 a. C. – 377 a. C.) y el clásico Galeno (129 d. C. – 377 a. C.) describieron esta lacra y “reportaron” fidedignamente brotes de la misma. Precedentemente y con una supuesta asiduidad, se sabe que se dieron episodios de una patología bastante semejante en las llanuras del río Ganges (India).
En cambio, los modernos conocimientos –relativos a esta estigmatizante enfermedad– proceden del s. XIX. La ola devastadora que comenzó la serie data de principios de la mentada centuria. Principió en el año 1817, a partir del área endémica preestablecida en el suroccidente de Asia. Se difundió como la pólvora, recorriendo onerosamente casi todo el orbe.
En 1961 se recrudeció su influencia, en la que se cree séptima pandemia repetitiva, derivada a otras zonas con celeridad. Se expandió por Asia, Europa, África y, finalmente, América latina. En este último espacio de arribada cosechó 400.000 casos notificados y 400 defunciones, acumuladas en 16 países del Nuevo Continente.
En 1992 reaparecería nuevamente tan terrible plaga, en Bangladés. Este mal provenía entonces de un serogrupo novedoso, causando una importante epidemia (que obligó a emplear una estrecha vigilancia).
Tras una crisis bélica genocida y cruel hambruna consecuente de 1994 –en Rwanda– unos brotes consecutivos intensos se cebaron sobre al menos 48.000 lugareños y se acumularon 23.800 damnificados (óbitos), en el intervalo de simplemente un mes, en los campos de refugiados de Goma (República Democrática del Congo).
Más cercanamente, en el 2001, la OMS y sus correspondientes de la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos participaron en el intento de contención y erradicación del cólera en 28 naciones, mediante verificaciones sistemáticas.
ALGUNAS EMERGENCIAS SANITARIAS INTERNACIONALES
En estas pandemias intervendría en papel estelar la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization), creada en el año 1946, por el grado de urgencia y peligrosidad que progresivamente consiguieron: Influenza A, VIH/sida, gripe asiática, gripe de “Hong Kong”y SARS-CoV-2.
I. LA GRIPE A (H1N1) DE 2019:
Tildada popularmente como “gripe porcina”. Fue identificada por vez primera en Estados Unidos a lo largo del mes de abril de la susodicha anualidad. Se extendería rápidamente en ese país norteamericano y después por el resto del mundo, a tenor de los datos aportados por el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC) de la mencionada potencia internacional.
Resumidamente, el virus se constituyó a base de una combinación de varios genes de la gripe única, que no habían sido previamente detectados ni estudiados suficientemente, “no catalogados todavía en animales o personas”. Por ese motivo, su presencia provocó evidentemente las consecuentes interrogantes y curiosidad científica.
Una de cada cinco personas se infectó en la temporada usual del bienio 2009-2010, si bien la fase más aguda concluyó con una magra tasa de mortalidad (el 0,02%, centrándose primordialmente en la infancia). Una nota interesante fue la puesta a disposición, en el primer ejercicio de repercusión, de la aguardada vacuna. El volumen de fallecimientos no se aquilató demasiado, según un entorno amplio: entre los 100.000 y 400.000 (y ello gracias a estimaciones parciales de la primera campaña).
II. VIH (sida, en español) de 1980:
Debutó el verdadero interés por su apreciación mediante unos exponentes célebres y confesiones esporádicas de personajes mediáticamente famosos, divulgados acertadamente a guisa de virus de inmunodeficiencia humana, al empezar la pasada década de los 80 en la gran nación norteamericana. No se atajó decisivamente, continuando su azote hasta el presente y representando actualmente uno de los mayores desafíos científicos de salud pública global. Mas, en realidad, ya se había plasmado en un reto y riesgo virtual (desde tiempos algo más remotos) en territorios de ingresos medios (países en vías de desarrollo) y reducidos, a entender de los expertos de la OMS en esas lides.
Lleva acumulados unos 31 millones de deudos en la recopilación histórica, p. ej.: 800.000 en el curso del reciente 2018.
Se revelaría posteriormente la existencia este terrible microorganismo por indagaciones experimentales (al aislar en el laboratorio un virus de idéntica familia, casi mimético), en el seno de colonias de primates (chimpancés y gorilas) en la amplia franja del África central.
No se han descubierto, en cambio, métodos precisos de curación de esta patología compleja, difícil de abordar y fulminante en sus postreros estadíos. Ante esta conclusión, se ha implementado un efectivo tratamiento antirretrovírico que la controla y, simultáneamente, impide su hipotética transmisión.
III. LA GRIPE ASIÁTICA:
Se referenció recientemente, en función de una nueva clase de virus de influenza A (H2N2). Se expandió en dos tandas, surgiendo en 1957-58 y reiterándose en el 1968. Su peligrosidad se calificó indiciariamente de leve y, pese a su debilidad, acabó atesorando un registro desgraciado de entre 1 y 4 millones de finados (montante extraído de fuentes no coincidentes).
Se fijó su origen primario en Singapur, en el mes de febrero de 1957. Se expandiría más tarde al continente americano. En su composición se observó una mezcla de cepas de gripe aviar y humana. Se topó afortunadamente con la premura y eficiencia mostradas por las autoridades sanitarias y laboratorios, que lograron una vacuna en breve plazo. Por otro lado, los antibióticos activos (por entonces ya encontrados, frecuentemente comercializados y disponibles) obviaron las complicaciones y afecciones secundarias o adicionales.
Su trayectoria fue amplia, rebasando un decenio, razón por la cual aparece a veces nombrada como “la gripe de 1968”.
IV- LA GRIPE AVIAR (“DE HONG KONG”):
Se la tachó de haberse radicado e instalado en este enclave entonces autónomo. Mas en otro análisis se compilaron casos avanzados en la China continental, hallazgos datados en julio de 1968. Era altamente contagiosa, fruto de su resaltable carga vírica (de la específica cepa H3N2). Se haría presente y palpable en las inmediaciones del Canal de Panamá y, a renglón seguido, en Estados Unidos. La explicación es palmaria: el retorno de los soldados de esta procedencia, terminada la Guerra de Vietnam. Lenta y paulatinamente se iría transformando, en su circulación evolutiva, en una simple cepa de la gripe estacional.
V- EL COVID-19:
El tan manido Covid-19, cuyas incógnitas abundan, se descubrió en el departamento de Hubei (China). El SARS-CoV-2 o Covid-19 es el único y exclusivo coronavirus cuyo riesgo poblacional ha merecido de la OMS la declaración de pandemia y alerta máxima (emergencia de salud pública de preocupación internacional, el 30 de mayo). Sus síntomas frecuentes consisten en: tos seca, fiebre y dificultades o ligeras insuficiencias respiratorias. Lo más problemático para pacientes mayores, ancianos o con patologías previas concomitantes son las mudanzas secundarias acompañantes, en agravamientos subsidiarios: proliferación de bacterias en tractos esenciales o vías respiratorias, neumonías, bronquitis,… Ello se produce preferentemente en un porcentaje de positivos de la tercera edad en absoluto asumible, al igual que acaece con los decesos de personas longevas que resultaron ingresadas en hospitales por este padecimiento. Además, los residentes de centros específicos para grupos vulnerables se han convertido en blanco del temible agente infeccioso.
LA INFLUENZA O “GRIPE ESPAÑOLA” DEL 2018
Se rememora aún a modo de la epidemia más devastadora del siglo anterior. Una parte de los vivos ha oído hablar de ella, a título de pretérito relato horripilante, al llegarle testimonios que recuentan el enorme número de bajas: entre los 20 y 50 millones de seres humanos, lo que significa una repercusión que diezmó el contingente de aquellos que padecieron directamente las secuelas de las diversas batallas de la I Guerra Mundial y en áreas determinadas alcanzó una morbilidad extraordinaria. Indubitadamente, esta plaga resultó más letalmente cuantiosa que el propio enfrentamiento armado. Los entendidos afirman que unos 500 millones de personas la sufrieron en sus carnes, lo que se plasmaría en un tercio de la población total de aquella convulsa época.
Llamada “gripe española”, su acepción no es correcta. Los primeros escarceos de esta maldición acontecieron en Estados Unidos y, a nivel europeo, en Francia. La lógica de esta extraña circunstancia dimana de que España era “el único país importante occidental que, por ser neutral, podía efectuar su proclamación”. El resto, los contendientes de ambos bandos, se veían imposibilitados de traslucir ningún indicio de fatiga o desvanecimiento momentáneo. Se piensa, sopesando detalles de la intervención de los aliados de allende el Atlántico y su desplazamiento y desembarco, que la trajeron las fuerzas o contingente americano de apoyo.
Se ensañó de inicio, en contra de lo sucedido en muchas otras ocasiones, en hombres jóvenes (de entre 20 y 40 años). Esta rara casualidad no es tal, porque las maniobras y movimientos tácticos de tropas avalan este comportamiento inusual. En este hilo se supone que las personas un poco más veteranas dispondrían de anticuerpos de defensa, al haber sufrido anteriormente ataques gripales parecidos (en su relativamente dilatada trayectoria vital).
La carencia de medios profilácticos y una limpieza escasa contribuían también a extremar la progresión imparable de la potente influenza: el hacinamiento masivo de la milicia sin la higiene adecuada, la falta de vacunas, la insuficiencia de antibióticos y de una red de abastecimiento de medicinas y remedios alternativos, el recurso intensivo a la aspirina, las cuarentenas interrumpidas por la masificación y no respeto de las distancias en los hospitales de campaña, la higiene individual y colectiva precaria, la intermitencia en la utilización de desinfectantes, la limitación tímida de concentraciones públicas y una tolerancia inercial a ciertas reuniones o agrupamientos espontáneos (aunque se intentaron impedir con campañas precarias),… (cf. Communicate Diseases Department).
EN EL BIERZO:
En nuestros pagos se experimentó sobremanera, entre otros sitios especialmente afectados, esta inesperada epidemia. Por nuestros lares se emitió una alarma oficial, como formalidad declarativa urgente, en octubre de 1918 (pese a que antes, en la primavera, se habían detectado atisbos sospechosos). Los lugares en que se divulgaron esos avisos preventivos o toques de atención se encuentran documentados: Villafranca del Bierzo, Ponferrada y Molinaseca, con huellas de enfermos concernidos. Los deudos sepultarían a sus desdichados parientes por millares.
La tasa de mortalidad provincial se elevó en aquella coyuntura sensiblemente: 190,5 óbitos por cada 10.000 residentes, debidos en parte a la trágica coincidencia de restricciones múltiples, ausencia de protocolos claros de actuación y carencias socioeconómicas.
Uno de los apuntes aleatorios y colaterales relevantes de este estado de cosas se patentizó ante la amenaza que constituyó la epidemia en el marco de la prevista construcción del Tren Minero (o de vía estrecha) entre Ponferrada y Villablino (Laciana). Los trabajadores destinados a tal magna obra, fruto del pánico inferido por las bajas forzosas de compañeros de plantilla, huyeron despavoridos y, en un grado notorio, marcharon definitivamente: la nómina de empleados dedicada a esta ingente obra pasó de 4.800 trabajadores a alrededor de 1.200. Así, por mor del descenso veloz en la contratación laboral hubo que prescindir del transporte de materiales e insumos por carretera, ejecutando esta tarea aprovechando los tramos de vía (de los trechos que se iban paulatinamente poniendo en servicio e incorporando al trazado diseñado). Ante esta estampida, hubo que acudir a una nueva estrategia que garantizara el respeto de los plazos comprometidos y avanzar en la labor emprendida: atraer a empleados gallegos, vascos, castellanos y autóctonos con una prisa inaudita e imprescindible.
Marcelino B. Taboada